La espera (masculina) que desespera
- Joy Ghelfi
- 22 feb 2016
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 jul 2020
Ellos, los sometidos, los obligados a cargar bolsas de ropa y esperarnos una eternidad mientras nosotras nos probamos todo el local y el depósito... los hombres, ¿Cómo lo soportan?

Es sábado a la noche. Con tu novio elegiste una película de transnoche y la reservaste en el cine de un famoso shopping. Muy picaronamente le dijiste "Amor, vayamos temprano así las pagamos y podemos cenar tranquilos". Te avivaste de tirarle un "20 hs, lo más tranca". Lo que vos sí te diste cuenta y él no es que una vez que llegaron, estacionaron y sacaron las entradas (lo que demora media hora con toda la furia), van a pasar la hora y media que falta para el cierre de los locales practicando un deporte que las mujeres amamos por demás. No es vóley, natación, tenis o fútbol (que por cierto me gustan todos). Sino que es el hermoso pasatiempo de mirar vidrieras.

Yo no solo lo practico y pongo a prueba la paciencia de mi novio, sino que también me divierto observando a los hombres a mi alrededor, cual focus group inadvertido. Simplemente en una noche de sábado, advertí que el nivel de acompañamiento del hombre a su pareja es indirectamente proporcional a la antigüedad de la relación. Es decir que las parejas de pocos meses de relación son más compañeros que los que llevan varios años juntos. Obvio que esto no es ley, es una generalización importante, pero creo que responde a la realidad en la mayoría de los casos. Dentro del grupo que sí acompaña, podemos encontrar al interesado en las perchas, el que participa activamente en el avistamiento de las prendas exhibidas y opina al respecto. El interesado pasivo es alguien que acompaña pero no opina. Le gusta ver a su pareja divirtiéndose como una niña abriendo regalos en Navidad. El acompañante apático está al lado de su pareja pero ni opina ni mira. Tiene sus ojos clavados en el celular. Solo le hace sombra a su novia.
Hasta aquí tipifiqué a los hombres que, como buenos cristianos, acompañan a sus mujeres. A partir de aquí se crea una brecha, un abismo, entre los que entran y los que se quedan afuera. Así observé que, en las afueras del local de una marca que mi novio suele denominar erróneamente "Monte Blanco", tres hombres que superaban holgadamente los 35 años echaban raíces en una especie de sala de espera en la que la vereda virtual del shopping se había convertido. Semblantes resignados, rostros aburridos, sensación de desesperanza era todo lo que veía en ellos. Uno de estos hombres incluso esperaba con el bebé en el carrito como queriendo hacer safar a su hijo de aquel martirio. Yo los miraba y pensaba "¿Cuántas veces ya han pasado por esto? ¿Estarán acostumbrados o les seguirá molestando? ¿Son concientes que después serán los que carguen con las compras de sus mujeres?".

Más allá de toda broma, está bueno que el acompañamiento sea mutuo. No hay nada mejor que quien acompaña a su pareja en los momentos de goce aunque sea individual. Ese es un acto muy generoso. Y lo digo por ambas partes. Tanto hombre como mujer, aquellos que saben compartir tiempo desinteresado con su pareja tan solo para verla/o feliz son personas virtuosas.
Si fuera por mí, yo prefiero un acompañante interesado pasivo. Me gusta elegir a mí las prendas y que solo mi novio interfiera para detectar detalles que yo no puedo llegar a ver (si la falda es muy corta o el escote muy revelador... esos detalles). Y ustedes, ¿qué prefieren?
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