Los '40 de la posguerra: "Hollywood" y la vuelta del glamour
- Joy Ghelfi
- 29 jul 2020
- 7 Min. de lectura
Una paleta de colores brillante se hace presente en la fotografía de los siete episodios de Hollywood como símbolo del florecimiento de una potencia global favorecida por los resultados de una guerra mundial.


Fue la multipremiada por la Academia Edith Head, directora del departamento de diseño de Paramount Pictures, quien aseguraba que su rol como diseñadora de vestuario era definir al personaje y hacer avanzar la narración. Ha vestido a Elizabeth Taylor en A Place in the Sun (1951), a Audrey Hepburn en Roman Holiday (1953), Sabrina (1954) y Breakfast at Tiffany’s (1960), a Grace Kelly en Rear Window (1954), entre otras estrellas inmortales de la pantalla grande. Y fue tantas veces reconocida por su trabajo que es, hasta el día de hoy, la mujer con más premios Óscar en la historia del cine. Y un dato de color más: su estilo personal ha inspirado al personaje de Edna Mode, la diseñadora de The Incredibles.
En los albores del New Look de Christian Dior y de la revolución del haute couture, uno de los soportes del Star System durante la edad dorada del cine norteamericano fue el diseño de vestuario. La silueta corolle de Dior, inspirada en los pétalos de la flor, acentuaba la cintura femenina, el busto y las caderas mediante faldones completos hasta la pantorrilla, fajas y corsés para dibujar cinturas de avispa, hombros pronunciados (para un look de bar) y escotes corazón (para noches de gala).
Atrás quedó la austeridad cromática, la escasez de géneros textiles y de adornos de la guerra. Vuelven las faldas con más versatilidad y le decimos adiós a los pantalones, prenda de vestir que había ganado terreno en el guardarropa de la mujer durante la guerra (aunque con el diario del lunes sabemos que es más un “hasta pronto…”). No obstante, conservamos en la posguerra el práctico concepto de las piezas de vestir separadas que se podían combinar de diferentes maneras según el clima y la ocasión.
Y es la ecuación “escote corazón + cintura waspie” la que el cine aplicó para describir los arquetipos de chica corriente y de diosa del celuloide… una fórmula que exudaba ingenuidad y sensualidad, sofisticación y elegancia en partes iguales. De la pantalla grande a la sociedad norteamericana de principios de los años ’50, inspiró los atuendos de los bailes de graduación como símbolo iniciático de la pérdida de la inocencia en la mujer joven.
Sin duda alguna, Edith Head también ha influido el enfoque muchos de diseñadores de los últimos cincuenta años. Porque en esto de que la imagen diga más que mil palabras, las encargadas del vestuario en Hollywood, Sarah Evelyn y Lou Eyrich, captaron para la serie el revamp del glamour renaciente a fines de la década del ’40, cuando la mujer retornaba a su antiguo rol en la sociedad norteamericana de la posguerra, a la vez que redefinía su sentido de sensualidad. Esos dichosos labios rojos y ojos de líneas definidas ya van diciendo “presente” en la serie, abriendo una puerta a la próxima década donde la coquetería está 24/7.
Las divas de Hollywood
Quienes llevan el estandarte del arquetipo de diosa del celuloide, inocentemente sensual y con su silueta waspie, como hilo conductor de la impronta del personaje y de la década son Camille Washington (Laura Harrier) y Claire Wood (Samara Weaving), las principales aspirantes a estrellas de cine de Ace Studios. Claire es la hija del dueño del estudio, lo que le da cierto halo de confianza y “éxito asegurado”, a pesar de tener que moverse encubierta por su seudónimo (cambia “Amberg” por “Wood”). Todo ese aire bombshell avasallante y seguro a lo Veronica Lake es visiblemente decodificado en la serie en el platinado hairstyle con ondas, la irrefutable boca carmín y un vestuario con las típicas combinaciones de camisa o jersey de punto + falta lápiz, siempre acentuando pronunciadamente la famosa cintura de avispa. Camille, en cambio, juega la carta de la discreción y la modestia al principio de la serie, a pesar de ser una de las jóvenes promesas más talentosas del estudio. Con una mirada a lo Lauren Bacall, sus atuendos combinan la falda midi, las piezas superpuestas de punto y estampado floral, en un rango cromático amplio al principio de la serie. Luego va mutando hacia la monocromía a medida que Camille va definiendo y ganando confianza sobre el rumbo de su carrera profesional. Camino a su consagración, es icónica la sesión fotográfica de la señorita Washington engalanada en un vestido lamé dorado, así como las alfombras rojas con vestidos más ceñidos y escotes reveladores. Las boas de pelo como indicadores de estatus “accesorizan” diferentes instancias en ambos personajes. Claire nació en cuna de oro, así que no puede faltar en su look de todos los días semejante complemento que lejos estaba en aquella década de ser sintético. En cambio, Camille recién viste estolas de piel en su primera alfombra roja. ¿Y en los premios de la Academia? Todo es más formal y decoroso. Tanto Claire como Camille respetan los códigos de etiqueta de fines de los años ’40 en pleno auge de Christian Dior y su silueta corolle. Al mejor estilo de Taylor y Gardner, sus vestidos de gala evocan la inocencia del escote corazón, la cintura waspie y la falda voluminosa que ha inspirado cientos de miles de atuendos de bailes de graduación.
El vestuario pensado para Ellen Kincaid (Holland Taylor), una cazadora de talentos que tiene su lugar ganado en una industria dominada por el hombre, se fundamenta en una reversión continua del traje Carnegie con dos piezas clásicas de la sastrería: la falda urbana y la chaqueta con hombros cuadrados y abotonada en la cintura, que acentuaba la silueta de triángulo invertido, tradicionalmente asociada a la sastería masculina durante los años de entreguerras.
Es un caso contrario el de Avis Amberg (Patti LuPone), que pasa mitad de la serie siendo la “esposa de…” y tomando pequeñas revanchas de su matrimonio tóxico. En esta primera etapa, su vestuario rememora el glamour e impacto de la década anterior. Es el satén color salmón en un vestido cruzado con plumas cosidas a las mangas pernil, la blusa de estructura idéntica que juega con el dramatismo del blanco y negro, los prints de leopardo, los turbantes (gracias a Poiret y su orientalismo de principios de siglo, fue una incorporación a la moda occidental que luego será reversionada con influencias africanas), los sombreros pillbox y con inspiración castrense los que provocan un impacto en los primeros episodios, para luego disolverse y/o reaparecer en el vestuario de Avis a cuentagotas una vez que asume un rol de liderazgo más a conciencia en Ace Studios. De géneros livianos y etéreos (que se reservan para las escenas en la intimidad de su hogar) pasamos a la sastrería rígida y no por eso menos dramática cuando se compromete como jefa del estudio. Lo que nunca cambia es el nivel de elaboración de las ondas marcadas y combinadas con unos Victory Rolls aseñorados.
¿Y qué hay de los muchachos?
La versatilidad está en los detalles. James Dean, Clark Gable, Gregory Peck y Cary Grant son algunos de los referentes en los que Sarah Evelyn y Lou Eyrich se apoyaron para el diseño de vestuario masculino en Hollywood. Les ha tocado recrear una época en la que era menester y emblema de buena educación, modales y etiqueta que el hombre cuidara de su imagen y se ocupara de vestirse, peinarse y arreglarse según la ocasión. Una regla de mediados de siglo pasado que, en lo personal, desearía que volviera a tener vigencia. Mientras que los guardarropas de Henry Willson (Jim Parsons), Dick (Joe Mantello) y Ernie (Dylan McDermott) se ciñen a las opciones más clásicas, Jack Castello (David Corenswet), Archie Coleman (Jeremy Pope), Raymond Ainsley (Darren Criss) y Rock Hudson (Jake Picking) encarnan la juventud y los nuevos talentos que Hollywood está ávido por aprovechar.
Así es que la tendencia del jazz, marginada en la década anterior al bajo mundo, y la del American Sportswear se filtran en el vestuario de estos personajes, casi con una paleta de colores tan amplia como la de los personajes femeninos. Todo esto es símbolo del discurso hegemónico risueño y del floreciente futuro de una nación cuya sociedad se relajaba y dejaba el horror de la Segunda Guerra Mundial atrás. Además, en Hollywood todo esto es resignificado en la esperanza de igualdad de oportunidades más allá del color de la piel y de la preferencia sexual. Los pantalones de talle alto y pierna amplia son un sello indiscutible de la sastrería americana, ya sea durante el día o en eventos de noche. Los chalecos de punto, las chombas y las camisas de mangas cortas dejan de ser una prenda de fin de semana para convertirse en la cotidianeidad de la juventud dorada. Y por último (y no por eso menos importante), la aclamada chaqueta Harrington… el boom de una de las pocas prendas que en la década siguiente unirá transversalmente al cheto preppy con el cheronca rockabilly, arquetipos enfrentados de la adolescencia masculina. Ni bomber jacket ni parca, la Harrington es más bien una campera ligera que fue pensada como ropa de trabajo. Nació en 1938, en los talleres de la marca Baracuta en Manchester, con el nombre de G9, y adoptó el apelativo “Harrington” cuando Ryan O'neal interpretó a Rodney Harrington en el show Peyton Place (1963) y popularizó este ítem. Ya sea sastrería o American Sportswear, el clásico paradigma del ideal masculino en los dorados años ‘40 y en la serie Hollywood no deja de lado la silueta atlética en V: hombros anchos y cadera estrecha. En la sastrería americana se traducía en un corte amplio en el pecho, estrechez en la cintura y la pierna amplia anteriormente mencionada. El saco americano tiene una abotonadura baja que acentúa la cintura ceñida y exagera la anchura del pecho y los hombros.
No sé si a ustedes les pasó, pero ver Hollywood me dio ganas de revivir los clásicos del cine de aquel entonces y de soñar con un amor que luzca tan bien como Jack Costello (y que en mi imaginario huele bien también). Chau, me voy a definir entre Grace o Marylin.
Bibliografía Fogg, Marnie. (2014). Moda. Toda la historia. Santiago de Chile, Chile: Editorial Contrapunto.
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